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Defender los recursos naturales

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Tepoztlán, Xochicuatla, San Dionisio del Mar, Wirikuta, Tetela de Ocampo, San Salvador Atenco, Motozintla, Cheran, Huexca, las policías comunitarias de Guerrero y un largo etcétera, etcétera ¿Qué tienen en común estas comunidades? Para empezar, hay que mencionar que todas se oponen a distintos proyectos que atentan, de una forma u otra, contra el entorno ecológico, las tierras comunales y/o sus espacios sagrados; además, estos pueblos tienen origen o son comunidades indígenas.

Nuestro país ha promulgado leyes en favor de los pueblos originarios –estemos de acuerdo en general o no con ellas– que reconocen su origen multiétnico y el derecho a que se gobiernen a sí mismos. A pesar de esto, el Estado permite que gobiernos locales o empresas transnacionales ataquen el corazón de su vida: su territorio.

Estos pueblos también comparten la marginación, la desigualdad en el acceso a la tierra y el olvido de todas las instituciones para resolver sus problemas. En algunas poblaciones, han existido grupos armados u organizaciones de izquierda “radical” que han pugnado por cambios importantes en la región. También los une el poco respeto institucional que se tiene por sus prácticas culturales y su historia. En este país hemos preferido ensalzar y vanagloriar nuestro pasado prehispánico, pero al mismo tiempo despreciar nuestro presente indígena. Este discurso proviene desde el virreinato y ha permanecido incrustado en las clases gobernantes y empresariales de nuestro país.

La Revolución Mexicana trató de desaparecer esta condición por medio de la construcción de un discurso nacionalista en el que ponía a todos en el piso mínimo de ser mexicano, pero al mismo tiempo impulsó políticas encaminadas a desaparecer estas comunidades, porque las consideraba un “problema” para el progreso: claro que todos iguales y todos mexicanos, pero a costa de perder las particularidades de cada grupo étnico. Los indígenas siempre han sido incómodos para el Estado porque tienen principios distintos en su consideración de la vida misma, la naturaleza y todo su entorno.

Para occidente y las sociedades urbanas en muchas partes del mundo, es un logro el avance de la urbanización por encima de la naturaleza. Esto se debe a que se piensa que ésta es inerte, que es una cosa, la cual hay que controlar y conquistar. Para el sistema capitalista imperante en nuestro planeta, el progreso es una línea ascendente y de alejamiento de la naturaleza, de modo que la civilización es lo contrario a dicho estado natural. Es más importante la generación de bienes y de acumulación de capital, porque esto demuestra el estado superior en el que nos encontramos como civilización. Así, la lógica del capital supone control sobre el estado caótico de la cosas, el control es la explotación de ella y por lo tanto su destrucción.

Para los pueblos indígenas de México y del mundo la naturaleza no es una cosa, es un sistema vivo que se genera y se regenera en el mismo sentido que lo humano. En los trabajos de investigación de diversos antropólogos se menciona cómo los grupos indígenas de nuestro país consideran, por ejemplo, a los cerros como grandes contenedores de vida, en los cuales se encuentran el agua, el maíz, los animales y las plantas, al igual que sus ancestros, antepasados, dioses y/o los santos. Muchas poblaciones reconocen el tiempo y los ciclos de éste en el paisaje que los rodea; los cerros y las montañas son geografía relacionada a los ciclos agrícolas, los astros y las estrellas. La defensa contra las mineras y demás proyectos es porque las poblaciones no pueden permitir que se destruya el paisaje –que es sagrado para ellos– y que desaparezca el entorno en el que reconocen la estructura del universo.

Al mismo tiempo, el maíz, aunque es algo más complicado de lo que aquí mencionare, es la base principal de su sustento y de su relación con la tierra. Baste sólo recordar los mitos que le dan origen a las civilizaciones prehispánicas, como el Popol Vuh y otras tradiciones orales de los pueblos indígenas. Estas culturas que durante siglos han perfeccionado el cultivo del cereal, ahora se ven amenazadas por una transnacional como Monsanto, la cual pretende cobrarles por la contaminación que ellos mismos generan sobre los cultivos tradicionales. La introducción de este tipo de cultivos transgénicos no sólo minará la ya de por sí paupérrima economía de las poblaciones y sus habitantes, por los cobros abusivos y la venta del grano y pesticida de la transnacional, sino que además terminara con un conocimiento ancestral sobre el cultivo del maíz y mermara las especies endémicas de plantas, suelos y manantiales.

Para estas poblaciones, la defensa de sus bosques, cerros, lagos, ríos o tierras comunales y sus cultivos, no sólo es simple ecologismo, es la defensa de sus raíces ancestrales, de sus prácticas culturales y sobre todo de su historia. Lo anterior es como lo siguiente: supongamos que mañana llega alguien a su colonia y le dice que le van a quitar medio terreno a usted y dos cuadras más, que van a cerrar algunas calles y que le van a pagar el metro cuadrado más barato de lo que en realidad vale, más aun, la constructora no tiene los permisos adecuados pero usted ya le están diciendo que vaya desalojando. “¿Para qué es la obra?”, pregunta usted. “Para poner un bosque de coníferas en donde alojaremos a nuestros antepasados”, le responden. Para usted eso sonará la cosa más descabellada, para estas comunidades es igual de descabellado hacer una tajo de mina para sacar oro o ampliar un carril de carretera.

Para estos pueblos la naturaleza no es una cosa, no está inerte y es muy probable que tenga la misma esencia que la humanidad, tal como lo ha propuesto Eduardo Viveiros de Castro para el caso de las comunidades de las Amazonias. Para terminar, quisiera decir que eso a lo que nosotros le llamamos desarrollo, progreso y civilización a muchos de los pueblos indígenas y originarios del mundo les parece incongruente y vacío. Hay que proteger los recursos naturales, pero también hay que defender las prácticas culturales y la historia de los pueblos ancestrales de nuestro país y del mundo entero.

Para saber más sobre tema recomiendo los siguientes títulos:

Cosmovisión, Ritual e Identidad de Los Pueblos Indígenas de México. Johanna Broda, Félix Báez-Jorge coordinadores. CONACULTA, 2001.

Historia y vida ceremonial en las comunidades mesoamericanas: los ritos agrícolas. Coordinadoras Johanna Broda, Catharine Good Eshelman. CONACULTA-INAH-UNAM, 2004.


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